hong-kong.jpg

1997 fue el año en que la República Popular China recuperó la soberanía sobre Hong Kong, aún así resulta difícil definir a la antigua colonia británica en términos geopolíticos. Región autónoma, Ciudad Estado… como en cualquier relación sentimental, lo suyo, es complicado. Al final, se ha impuesto el pragmatismo chino y su eslogan «un país, dos sistemas» y ahí terminan todas las dudas.

El sistema hongkonés es un sistema de gobierno propio, con sus propias leyes, moneda y política de inmigración por poner sólo unos ejemplos. Política de inmigración que permite a los ciudadanos europeos visitar Hong Kong sin necesidad de visado pero no a sus hermanos de la China continental. Cómo cualquier región china, Hong Kong también tiene su propio idioma: el cantonés. Dialecto que hablan la mayoría de chinos de ultramar y que en Hong Kong conserva la escritura tradicional.

Hong Kong fue creado, principalmente, para gastar dinero. Bien sea en restaurantes, tiendas de lujo o creando empresas, las divisas de todo el mundo circulan de bolsillo en bolsillo a la velocidad de la luz. La máxima se cumple «cuánto más caro, mejor». Victoria Island es un ejemplo, bosque de rascacielos, hábitat natural de afanados brokers y de multimillonarios que se hospedan en los múltiples cinco estrellas existentes en la zona.

Desde el punto de visita turístico, Hong Kong tiene una amplia oferta de ocio y sitios para visitar. El más conocido tal vez sea The Peak, el mejor sitio para disfrutar de las vistas que ofrece la bahía y todo una excursión ya que para llegar hasta la cima es preciso subir a un viejo tranvía tirado por potentes cables de acero. Otras atracciones menos tradicionales pero con mayor interés para los niños son: Disneyland y Ocean Park.

Los más creciditos pueden disfrutar del Paseo de la Fama de Hong Kong, al estilo Hollywood Boulevard pero con las manos de las estrellas de la industria cinematográfica local y en la que se honra con una estatua en pleno ataque a su actor más conocido, Bruce Lee que no Jacky Chan. Por la noche, lo mejor es darse una vuelta por Lan Kwai Fong y el Soho y dejarse llevar por el ambiente dónde Occidente y Oriente se dan la mano.

Aunque las evocadoras imagenes de la bahía así lo sugieran, Hong Kong no es sólo cemento y acero. Esparcidas alrededor de la isla principal existen diversas islas, algunas con calas más propias de otras latitudes. Una de estas islas es Lantau, frodosa vegatación y por si su atractivo natural no fuera suficiente también cuenta con una de las atracciones estrellas de cada ciudad asiática que se precie: el Buda Gigante más grande del mundo, el de Lantau es el más grande en el exterior, sentado y de bronce. Ahora ya llega el telésferico antes había que tomar un autobús por las empinadas cuestas con conductores aspirantes a Fernando Alonso que hacía mucho más emocionante el trayecto.

Este post está quedando muy largo y faltan muchas cosas por contar. Para mayor información se puede consultar la página web de la Oficina de Turismo de Hong Kong, que como todo lo que se hace en esta ciudad es muy útil y está muy bien hecha.

Foto | Flickr

Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el permalink.