La Ruta de la Seda era la antigua vía intercontinental que unía el Imperio Romano en Occidente con la Antigua corte imperial de China en Oriente. Como su nombre indica la ruta estaba destinada principalmente al intercambio comercial, siendo la seda el bien más preciado aunque también sirvió para intercambiar ideas y conocimientos entre dos civilizaciones tan distintas entre sí.
Fue el Barón Ferdinand von Richthofen el que le dio nombre a la ruta a mediados del S.XIX. Sin embargo, es Marco Polo el personaje al que para siempre quedará asociada la famosa Ruta. Podría considerarse al mercader veneciano, el primer turista en China.
Hoy en día la Ruta de la Seda, al margen de su innegable valor cultural, se ha convertido en itinerario turístico. Desconocido para el gran público y sólo apto para valientes, eso si. El menor desarrollo de esta parte de China y su lejanía de los grandes núcleos urbanos provoca que algunos tramos del recorrido conserven la misma singularidad que siglos atrás.
La Ruta de la Seda comenzaba en Chang’an, hoy conocida por Xi’an, y en su camino hacia occidente se adentraba en la provincia de Gansu, una de las más estrechas y largas de China. Por el llamado corredor de Hexi, cruzaba Lanzhou, Tianshui, Zhangye y las ciudades antiguas de Jiayuguan Dunhuang, dónde todavía se conservan vestigios de la Gran Muralla.
A su paso por la provincia de Xinjiang, la China musulmana, la ruta se divide en tres. Tres caminos distintos para superar montañas y desiertos, mercaderes y bandidos. Largas jornadas a caballo antes de despedirse de China y emprender camino hacía Asia Central.