China ofrece gran cantidad de espectáctulos callejeros al visitante ocasional. Callejeros, por razones obvias y ocasional, porque la atracción ( señor de 70 años cargando 12 garrafas de agua en una bici más oxidada que él) se convierte en rutina para los que lo contemplan a diario. China es así y punto.
El pueblo chino siempre ha tenido una gran tradición en lo que a las artes escénicas se refiere: Ópera de Pekín, Teatro, Acróbatas, Contorsionistas… Los artistas han pasado de entretener a ociosos emperadores siglos atrás a hoy en día, a animar las veladas de igual de ociosos turístas en busca del «más difícil todavía» aunque al menos estos pagan en divisas.
La mayor parte de artistas siguen actuando en la calle sin cobrar por sus destrezas y las luces no los enfocan salvo ocasionalmente, cuando limpian los cristales de los rascacielos. Sin embargo, los turistas han ido llenando las salas que ofrecen el llamado «circo chino» y al mismo tiempo, legiones de saltimbanquis sacados de una película de Jacky Chan, gimnastas, funámbulistas y resto de gente sin miedo han hecho de la necesidad virtud y cada noche, se juegan la vida entre los «ohh» de admiración del público.
Con el tiempo, las producciones han ido ganando en calidad: decorados, efectos, coreografía y por supuesto los artistas (el señor de los jarrones, la pareja que baila en el aire agarrada a una sabana, las motos que se meten en una jaula con más éxito que Homer Simpson…), los verdaderos protagonistas y el alma del espectáculo.
No es momento de desvelar los secretos de una actuación que lo mejor, sin duda, es presenciarla en directo. En Shanghai, los mejores sitios son: Shanghai Centre Theater y Shanghai Circus World. Éste último ofrece actuaciones cada día a partir de las 19.30 con precios que oscilan entre 80 y 580 RMB.