Que en China hay de todo no es un ningún secreto: Verdes valles, blancas nieves, azules mares… a China le sobran los epítetos, tantos como a España los malos poetas. Lo que quizá cause mayor sorpresa es descubrir que los valles más verdes y más bellos de China se encuentran en la región de Xingjiang, también conocida como Turkestán.
Xinjiang en el remoto extremo occidente del país es conocido por ser punto de paso de la ruta de la seda aunque esta parte de China, la más extensa, es mucho más. Los Uigur, Mongoles, Kazajos y por supuesto Han, raza mayoritaria en China, forman un mosaico de contrastes como sólo ocurre en Asia Central.
Pero en Xinjiang no sólo las caras son distintas, el paisaje también es camaleónico y cambiante. El Sur, es árido y seco, profundo hasta convertirse casi en medieval. El norte, por el contrario es húmedo y verde. El lago Kanas justo en la frontera de China con Kazajistán, Rusia y Mongolia es sólo un ejemplo de los muchos oasis existentes alrededor de la cordillera Tianshan, las montañas del cielo. A orillas del lago Sayram, se extienden kilómetros de praderas y todos los veranos decenas de familias kazajas montan sus campamentos hasta que el ganado está bien alimentado y el espíritu de los pastores preparado para retomar la marcha.
Es difícil clasificar a Xinjiang. No es China, ni Mongolia ni Rusia ni tan siquiera Kazajistán. No está en Oriente ni Occidente y sin embargo es posible encontrar un poco de cada en él y por suerte, la contaminación no ha llegado al rincón del mundo más alejado del mar.