Tradicionalmente, Tibet ha sido tierra de aventureros. El más famoso de todos, Tintín, ya lo recorrió el siglo pasado y más cercanas en el tiempo son las visitas de varias estrellas de Hollywood siempre en busca de su paz interior, de la espiritualidad y de toda la metafísica asociada al budismo. Tal vez, éstos son los motivos por los que el altiplano más famoso de Asia es uno de los destinos favoritos de los turistas más aguerridos.

Lhasa, capital de Tibet, es uno de los lugares más visitados en China pero también es un punto caliente. Cualquier persona con mínimos conocimientos sobre Tibet conoce los problemas existentes entre el Dalai Lama y el gobierno chino. Al turista de a pie esto le importa bien poco pero sí que le afecta directamente ya que para entrar en «territorio comanche» debe ir provisto del consiguiente permiso.

Lhasa huele a incienso, su aroma por dóquier recuerda al visitante que está en territorio sagrado y a 3.600 metros por encima del nivel del mar, cerquita del cielo, aunque aquí el cielo sea budista y las puertas sean el Himalaya.

Una visita obligatoria debe ser el Potala Palace, la residencia de invierno de los Lamas y simbolo de la ciudad, inmortalizado en los billetes de 50 RMB, los que quieran seguir con la ruta espiritual tambien pueden visitar el templo de Jokhang y el Monasterio Sera (monjes, pelegrinos y mantras), los interesados en arte tienen infinidad de tiendas dónde comprar thangkhas y demás arte budista y los interesados en probar la cocina tibetana, a medio camino entre la cocina nepalí y la hindú, pueden ir a Barkhor Square dónde se concentran los mejores restaurantes.

Tibet no se puede contar en un post, ni tan siquiera su capital. Tibet bien merece un blog completo.

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